jueves, 26 de septiembre de 2013

Casi nunca es suficiente.

Intentar pasar desapercibida es lo único que me hace sentir mejor. Ponerte una capucha ocultándote de la multitud. Sin sentir esas miradas frías clavadas en ti. Miras a la gente a los ojos y cuando ellos te miran la bajas intentando disimular. Pero de repente todo se para, ves unos ojos extraños pero a la vez conocidos observándote a lo lejos. Mantienes la mirada con la suya y sientes que todo va a ir bien. Caminas decidida para hablar, estás unos centímetros y tienes ya las palabras en la punta de la lengua. Sientes como la euforia recorre tus venas con cada paso que das.
Entonces todo se desvanece, lo has perdido de vista. Te sientes inútil y como si te faltaran las fuerzas para mantenerte en pie. Lo ves alejarse como si nunca hubiera pasado nada. Quieres gritar, romper cosas, aventar todo lo que te pase por enfrente, pero en cambio te quedas quieta, con la respiración agitada y con un nudo en la garganta. Das media vuelta y sigues con tu camino, con una sensación dentro de ti como si te faltara algo.

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